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Habría que cubrir de babas de luna las heridas y cicatrizar con telescopios de conciencia los inmensos derrames que nos inundan el alma de inquieto hastío. Habría que abrir el río por el agua cada vez que añoramos estar vivos, ahora que lo estamos. Deberíamos darnos cuenta de que el dolor no es más que el aire que acaricia los templos de la ausencia y pasar como el pájaro que al vuelo recoge la miga del espíritu y la lleva al campo abierto de su cuerpo.
Felipe B.
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