Cuando era chico mi relación con el rojo
Fue violenta.
Puesto que pintaba con colores baratos
(esos que no traen los redundantes nombres
en su cuerpo) no ver el rojo supuso:
Pintar marrones manzanas del paraíso
y una broma pesada de mis compañeros.
Confundir el libro rojo de Mao con el catecismo
y una esquina sin vistas en la clase de religión.
Colorear el rojo de la bandera con un verde manzana
y llenar de esperanza la sangre derramada en
pese a suspender en dibujo.
Sin embargo de mayor aprendí a ver el rojo
Y también fue violento.
En mi primer trabajo en el periódico
en una habitación de hotel del centro
la garganta anudada con una cuerda de piano.
Y una raya
como una corbata rota
inconfundiblemente roja.
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