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domingo, 25 de julio de 2010

ritter strasse 43

chegdalí se paseaba cada noche por ciudad jardín recogiendo jazmines de los arbustos que sobresalían de las casitas bajas. decía que le recordaban a su hogar, en marruecos. quique, con su silla de ruedas y su aspecto de ex combatiente de la guerra de vietnam, solía acompañarlo en estas rondas de sereno cuando terminaba su turno aparcando coches, es decir, haciendo como que aparcaba coches. cuando perdió la pierna derecha se pasaba todo el tiempo bebiendo cerveza y montando jaleos en la calle, buscando responsables de una adolescencia colgado a la heroína. en una de aquellas noches terminó inconsciente en la acera, junto al taller de bicicletas de marqués de pickman, donde lo encontró chegdalí, de vuelta de su jornada laboral vendiendo relojes de pulsera y transistores de radio. se lo llevó a casa y luego a 'la dulce neus' a desayunar unas tostadas con aceite y café solo mientras él repasaba el periódico y terminaba otra carta para su mujer, en málaga. a la mañana siguiente fue quique el que invitaba a tostadas y cafés. y a las pocos meses le dijo a shegdalí que no hacía falta que siguiera llamando mujer a su ex mujer, cuando la rutina de encontrarse en 'la dulce neus' los había convertido en amigos. así lo contó shegdalí cuando nos abordó con su cargamento de bazar barato en la velá de santa ana. estábamos apurando las últimas cervezas, frente al río, contemplando a la sevilla durmiente, distraídos del bullicio que nos rodeaba y el sabor a desastre, de encantador desastre y caos, que acompaña siempre a estas noches en las que podía aparecer cualquier distorsión en la línea argumental prevista por los dioses . al principio imaginé que shegdalí era de jordania o irán por su bigote ancho y poblado, su metro ochenta de estatura y su porte elegante y educado, pese a estar vendiendo baratijas a las tres y media de la transmadrugada. eric le invitó a una cerveza y yo le invité a hablarnos de su vida en marrakech cuando empezaron a ponerse vidriosos sus ojos. parecía a punto de derrumbarse. como si tuviera dinamita en los zapatos. su mujer, su ex mujer, le había enviado una última carta. había recorrido media europa para estar cerca de ella, a distancia, pero cerca, sin que hubiera un continente de por medio. doce años errando. por los pueblos de francia. por düsseldorf. por la oscuridad de dinamarca y el sur de suecia. por andalucía. pero ahora volvía a coger las maletas y shegdalí no quería volver a rastrear sus huellas. tampoco quería quererla tanto, pese a la distancia, pese a la ex de quique. y pensaba, como se piensa lo inevitable, dónde quedaba la recompensa por tanta soledad. la de antes y la de por venir. y cómo le diría a quique que hoy sería el último desayuno en 'la dulce neus'.


javier m.

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