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sábado, 28 de agosto de 2010

Crónica del rojo

Cuando era chico mi relación con el rojo

Fue violenta.

Puesto que pintaba con colores baratos

(esos que no traen los redundantes nombres

en su cuerpo) no ver el rojo supuso:

Pintar marrones manzanas del paraíso

y una broma pesada de mis compañeros.

Confundir el libro rojo de Mao con el catecismo

y una esquina sin vistas en la clase de religión.

Colorear el rojo de la bandera con un verde manzana

y llenar de esperanza la sangre derramada en la Independencia

pese a suspender en dibujo.

Sin embargo de mayor aprendí a ver el rojo

Y también fue violento.

En mi primer trabajo en el periódico

en una habitación de hotel del centro

la garganta anudada con una cuerda de piano.

Y una raya

como una corbata rota

inconfundiblemente roja.

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