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PRÓXIMAS PEGADAS Y EVENTOS

domingo, 18 de julio de 2010

sredzki strasse 60

aproveché el descanso para acercarme al servicio. cuando fui a lavarme las manos alguien había dejado un avioncito de papel, pequeño, como elaborado con los dedos menudos de un chiquillo, hecho con la programación de un teatro. si echa a volar y planea un poco me acerco a una de las funciones, me prometí al tiempo que lo lanzaba al pasillo y veía su aterrizaje en picado, como derribado por un biplano alemán, a los pies de la señora salgado. vamos eva, están a punto de cantar otra vez los números, me dijo la señora salgado mientras me rendía a sus pies a recoger los restos del siniestro aéreo, desarmando su estructura para leer la hora de las sesiones y la dirección del teatro. los viernes por la tarde acompañaba a la abuela y a su pandilla de septuagenarias a jugar al bingo a una de las aulas de la facultad de trabajo social, en la calle madre de dios, aprovechando que los alumnos, casi todos de fuera de sevilla, se iban en estampida los fines de semana. la hija de la señora salgado era la conserje y hacía la vista gorda para estas reuniones clandestinas en las que nunca aparecía un solo hombre. sólo ellas, cartillas de colores con números desordenados, un paquete de garbanzos que jugaban el papel de fichas y un binguito de los antiguos, de juguete, que escupía las bolas con dificultad, sin premura, como los movimientos de mi abuela. a veces me pedían que cantara los números, sobre todo cuando quedaban pocas bolas y la emoción de cantar bingo impedía a dolores seguir dándole vueltas a la manivela. entonces dejaba escapar mis dotes interpretativas para darle algo de emoción al asunto, aunque moderé el suspense después de que a doña elena estuviera a punto de darle un infarto de miocardio la primera vez que cantó bingo con su voz de violín famélico. mi abuela sólo ganó una vez y le tocó un paraguas rojo con empuñadura de madera. antes de cada sesión cada una de las pandilleras tenía que traer un regalo comprado en algún chino, por menos de seis euros, y luego la ganadora de cada partida elegía el que más le gustase. a veces yo misma me llevaba de casa algún objeto inservible envuelto en papel de regalo y que sabía que tendría éxito entre las amigas de la abuela, como un libro de poemas de antonio gala, alguna figurita de porcelana, un estuche de ceras de cuando realizaba ilustraciones o la vieja cafetera de rosca que despertaba olores antiguos cuando emergía el café y la tapadera tiritaba y estornudaba vapor, casi a punto de explotar toda ella. la próxima semana, sin embargo, dejaré junto al bombo un par de entradas para el teatro, el del avioncito, aquel pequeño de la calle sol, donde están reponiendo 'ser o no ser', basada en la película donde salían en blanco y negro carole lombard y jack benny, de cuando los aeroplanos no se fabricaban con papel y tiraban bombas sobre polonia.

javier m.

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