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martes, 1 de junio de 2010

paul-hayse strasse 12 (cuento de verano para diego)


el balón parecía más pesado, pesado como el minuto 80 de juego, el marcador en contra y toda la noche anterior sin apenas pegar ojo. unas zancadas más y estará justo para la zurda y sólo hará falta elevarlo por encima del portero, casi un goliat de grande, pero de pocos reflejos, y ahora ya se ha quedado a media salida, a unos palmos del borde del área. el corazón bombea a toda máquina, tan rápido que el tiempo se detiene como envasado al vacío. el ruido del campo se vuelve silencio de planeta desconocido y cada impulso de cada músculo se pierde en una débil agonía que adelanta la pelota unos metros. ahora que no existe el tiempo, y sí la memoria, que bombea imágenes a toda máquina, a velocidad de diablos, rellegan los cánticos de parvulito y los partidos en el recreo, el 'hemos ganao' contra 5ºC y las peleas contra 5ºC tras el 'hemos ganao'. y el coche del tito antonio cuando los domingos nos recogía en el estadio, en la esquina de eduardo dato, con las bufandas llenas de cáscaras de pipas y el replay de las mejores jugadas como si fuésemos actores de cine mudo. era fin de curso y quedaba todo el verano por delante en la ciudad, que liquidaba su bullicio por un pulso de cadáver. pero estaban sus mañanas. y sus horas. y las partidas de chapitas en el portal de casa con verónica y juan, que recortaba las caritas de los jugadores de las estampas de fútbol y las pegaba en su equipo de pepsicolas. yo prefería las chapas de los botellines de cruzcampo y así me ahorraba pintarlas de rojo, pero también les ponía caras. once caras de ramón, el ídolo de todos. a veces le prestaba mi equipo a vero cuando pasaba unos días en al pueblo de sus abuelos, albánchez, en almería, donde me llamaba novio por el beso que le di en las mejillas la última clase. un día me llamó por teléfono llorando para decirme que había perdido a uno de mis ramones. le di un beso al auricular y por la noche escribí una alineación de versos torpes donde sólo jugaba ella. aún conserva el poema en uno de sus cuadernos de pasta dura, donde escribe sus historias, enganchado con un clic. dice que lo lee un poco cada día, aunque se lo sabe de memoria. cuando no quiero levantarme de la cama me los susurra al oído hasta que uno de mis párpados se despega con parsimonia de domingo. este domingo. y el portero que salta buceando el aire sobre su cabeza. y yo cayendo sin despegar la mirada del balón, a toda máquina, como mi corazón, con los versos torpes empujando a las chapitas, a los ramones, aquel verano.

javier m.


1 comentario:

Felipe dijo...

Poblado de frases tremendamente evocadoras y poéticas. Me has hecho viajar a mi pasado... me suenan y resuenan tantas cosas... Enhorabuena Javi.

Un abrazo.

Felipe