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lunes, 24 de mayo de 2010

Crónica del domingo

Ocurre que los divorcios

insuflan ideas disparatadas

en los demandantes.

Mi hermano

en vez de matar a nadie

compró un balón de baloncesto.

Un domingo por la tarde

nos citó para jugar

en el ocaso de una resaca.

Por esa época

no éramos socios de ningún club

y no teníamos dinero ni espacio

para comprar una cancha.

Así que mi otro hermano dijo:

-Saltemos la valla de mi antiguo instituto.

Aunque éramos más altos y gordos

parecía que la valla del instituto

había crecido también.

Pero mi hermano-el otro- dijo:

-Les enseñaré cómo.

De repente sin saber cómo

estábamos los tres

en lo alto de una valla

alta y gorda

paralizados por la risa.

Y allí estaba mi hermano –el divorciado-

con su divorcio, su hipoteca,

su niña pequeña

su fin de mes

y sus ciento cinco kilos de carcajadas.

Y allí estaba mi hermano –el otro-

con su explosiva adolescencia

cabalgándole las sienes

su delincuencia juvenil

y su cuerpo fibroso temblando.

Y allí estaba yo

con mi aliento de nostalgia

mis billetes de lotería en la basura

mis poemas inconclusos

y mis ochenta kilos llorando de alegría.

Y la vida de repente

era una valla alta y gorda

que te atrapa

y sin embargo

maravillosa.

1 comentario:

Felipe dijo...

Entrañable y sentido poema. Enhorabuena Miguel. Un abrazo.