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Todo esto que ven aquí son anuncios publicados en su día en El Correo de Andalucía y en los que se prometía algún efecto saludable y hasta la cura de los males más terribles. Todas esas fantasías eran creídas a pies juntillas por los sevillanos, sin importarles el aspecto de elixir de charlatán del Far West que tuvieran esos remedios formidables.
Pero cuando estos anuncios salieron a la calle, hacía ya mucho que habían quedado atrás aquellos tiempos de los pioneros de Kentucky con sus borricos, sus banjos, su ignorancia y su ingenuidad, que compraban frascos de panacea al tipo de la chistera polvorienta. Y no eran sólo los comienzos del siglo XX: el entrañable y candoroso anuncio en el que cuatro niños se disputan ansiosos una litrona como si fuera un sunny fresquito es del 22 de mayo de 1960, en plena era espacial.
En otros de estos reclamos comerciales encontrará un surtido muestrario de eso que hoy en día se denomina comúnmente contradiós: el machismo de corte científico más ofensivo, la falta de respeto a los enfermos y a sus familias, el timo descarado... Es probable que nada de esto sea hoy corriente. Desde luego, en la prensa no lo es. Pero ándense con ojo los hipocondríacos y otros aficionados a esa moda tremenda de enterarse de sus males y de sus correspondientes remedios por los bajos fondos de internet, por la cuenta que les trae.
Pero cuando estos anuncios salieron a la calle, hacía ya mucho que habían quedado atrás aquellos tiempos de los pioneros de Kentucky con sus borricos, sus banjos, su ignorancia y su ingenuidad, que compraban frascos de panacea al tipo de la chistera polvorienta. Y no eran sólo los comienzos del siglo XX: el entrañable y candoroso anuncio en el que cuatro niños se disputan ansiosos una litrona como si fuera un sunny fresquito es del 22 de mayo de 1960, en plena era espacial.
En otros de estos reclamos comerciales encontrará un surtido muestrario de eso que hoy en día se denomina comúnmente contradiós: el machismo de corte científico más ofensivo, la falta de respeto a los enfermos y a sus familias, el timo descarado... Es probable que nada de esto sea hoy corriente. Desde luego, en la prensa no lo es. Pero ándense con ojo los hipocondríacos y otros aficionados a esa moda tremenda de enterarse de sus males y de sus correspondientes remedios por los bajos fondos de internet, por la cuenta que les trae.
César Rufino Sánchez
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