"Elogio y refutación del ingenio" (fragmentos)

Si el inconsciente es la vigencia del pasado olvidado, las palabras tienen su propio inconsciente y pueden ser psicoanalizadas.

El lenguaje es un saber oculto.
Nadie sabe las palabras que sabe.

Ingenio es el proyecto que elabora la inteligencia para vivir jugando. Su meta es conseguir una libertad desligada, a salvo de la veneración y la norma. Su método, la devaluación generalizada de la realidad.

Hay que recomenzarse cada mañana. Es preciso reemprender una y otra vez ese interminable comentario del mundo que es el ingenio.

El juego de palabras en el adulto es una pervivencia de la infancia, o una regresión a ella a juicio de los psicoanalistas.

Al ingenio le gustan las labores de deshilado y todos los quehaceres fugitivos que están regidos por los prefijos de la dispersión, la centrifugación y la rareza. Quiere dis-paratar y dis-traerse, des-atinar y des-barrar, ser ex-travagante y ex-céntrico.

Para el ingenioso, el lenguaje es una caja de trucos, la utillería de su tarea de prestidigitador. No le importa gran cosa lo que dice, sino cómo lo dice. El significante es el rey.

El ingenioso no se resigna a ser espectador. Tiene un temple distinto. Quiere jugar, no ver cómo otros juegan.

El acto de rebeldía propio del ingenio no es la revolución, ni tampoco la perversidad, sino la transgresión, que es una falta sin trascendencia, casi una travesura.

Entre el referente y la obra descubrimos la libertad creadora del artista, que es un gigantesco atleta capaz de separar ambas orillas, para permitirnos habitar eufóricamente en el hueco abierto por una libertad creadora.

El instante decisivo de la actividad creadora no es la ocurrencia, la invención, sino la selección. El artista se equivoca o acierta al dar la orden de parada. Ése es su acto más genuino.

Después de la época ingeniosa, y aprovechando sus ilusiones y sus desencantos, convendría construir una época de plenitud poética, fundada sobre una subjetividad personal, creadora y generosa. Ahora sabemos, al menos, que la libertad no se alcanza por el menosprecio.


Fragmentos extraídos del libro "Elogio y refutación del ingenio", de Jose Antonio Marina.